Durante el conflicto armado en la década del 80, Estados Unidos gastaba US$1 millón al día para abastecer o entrenar al Ejército de El Salvador y, a través de los años, las ayudas y las conexiones políticas, económicas y culturales se han mantenido de las formas más variadas entre las dos naciones.
De hecho, aunque en el país centroamericano viven unos 6 millones de personas, casi la mitad de ese número reside en la nación del norte, una migración creciente que ha mantenido a flote la economía salvadoreña a base de remesas.
Pero El Salvador y Estados Unidos viven actualmente uno de los peores distanciamientos diplomáticos y económicos de su historia reciente, mayor incluso que cuando partidos de izquierda llevaban el poder en el país centroamericano.
Recientes enfrentamientos entre el presidente Nayib Bukele y el gobierno de Joe Biden han reducido la cooperación estadounidense con las instituciones oficiales a mínimos históricos desde el regreso de la democracia en El Salvador en 1992 y ambos países han cruzado fuertes cuestionamientos que hasta hace poco eran impensables.
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